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¿Y si Henri Lenaerts viviera el confinamiento en casa?

Confinamiento en casa de Henri Lenaerts

Si Henri Lenaerts estuviera vivo tendría 97 años. A esa avanzada edad le hubiese tocado vivir este momento excepcional en el que la pandemia por la COVID-19 obligó a los habitantes de todo el planeta a un confinamiento en casa durante un tiempo indeterminado, en muchos casos.

Ha costado –a algunas personas más, aunque a otras menos– adaptarse a esta situación inédita, en la que quedarse en casa es la norma. Esto debido a nuestro carácter de seres sociales en el que los encuentros, las actividades y el ocio fuera de casa, y acompañados de otras personas, suelen ser prioridades.

A propósito de esta circunstancia, hemos querido imaginar cómo habría sido el confinamiento en casa para una persona como Henri Lenaerts. Con este ejercicio de suposiciones, queremos además acercaros a algunas curiosidades que merecen contarse sobre este artista belga. 

Si Henri estuviera vivo tendría 97 años. A esa avanzada edad le hubiese tocado vivir este momento excepcional.

Sin salir, sin problema

Primero, habría que tener en cuenta que Henri estaría dentro del grupo de población en riesgo. No solo por su hipotética avanzada edad, sino por sus antecedentes de enfermedades relacionadas con el sistema respiratorio. Aunque concebía sus esculturas en su casa de Irurre, Henri acudía a tres talleres de fundición fuera de Navarra. Fundía sus obras a la cera perdida, procedimiento que le obligaba a trabajar in situ para controlar el proceso en un ritmo extenuante que en ocasiones le provocó problemas de salud, como neumonía y pleuresía, que lo obligaron una vez a quedarse en reposo evitando los desplazamientos. Por lo tanto, lo más seguro habría sido que ante la COVID-19, Henri se resguardase en su acogedora casa de la calle Asunción, en Irurre.

Sin embargo, tal vez no le hubiese sido muy difícil quedarse en casa tanto tiempo. Henri apreciaba la soledad y el silencio en casa. Más allá de las connotaciones negativas que suelen otorgársele a esas dos condiciones, para Henri eran oportunidades, atributos de lo íntimo.

Lo más seguro habría sido que ante la COVID-19, Henri se resguardase en su acogedora casa.

La soledad

En sus memorias, señaló que mientras estuvo en la India adquirió un bagaje mental enorme que le permitía reflexionar más allá de las preocupaciones habituales por un futuro inmediato. “Al final me había quedado cinco años en la India (…) estaba cada vez más solo frente al infinito”, reveló, indicando que su primera mujer, Marie Josée Van Broeck, decidió volverse a Bélgica a los seis meses de llegar.

Esa soledad estuvo muy presente el resto de su vida. Incluso haría parte de los criterios para escoger el lugar en donde vivir al regresar de la India. “Europa me pareció un sitio muy difícil para vivir. La vida llamada ‘civilizada’ se me había vuelto insoportable”, se lee en su biografía. Tras una visita a España, Henri terminó instalado en Irurre, al que consideraba un “pueblo retirado y bastante desierto”, justo lo que él buscaba.

De hecho, ‘Paulita’, su entrañable compañera, comentaba que mientras Henri trabajaba en el taller que tenía en su casa, ella nunca se aparecía por allí, salvo que tuviese una razón muy importante, ya que Henri apreciaba ese momento de soledad para trabajar en su arte. Su práctica diaria de yoga también era en soledad. “Solo, siempre solo, lo hacía como una cosa totalmente privada en su cuarto y era capaz de concentrarse de una manera muy intensa”, explicaba ‘Paulita’.

En días como los que vivimos ahora, costumbres como aquellas seguramente serían de gran ayuda para resistir el confinamiento en casa.

Al final me había quedado cinco años en la India (…) estaba cada vez más solo frente al infinito.

El silencio

Otro de los motivos que Henri tuvo en cuenta para quedarse a vivir en Irurre, fue el silencio que le ofrecía el pueblo. La ausencia de sonidos suele asociarse a la falta de compañía, a tristeza o incluso a peligro. Pero para Henri el silencio era un bien preciado, por lo que el bullicio y la sensación de compañía que permite estar fuera de casa no hubiesen sido una necesidad para el artista en días como los actuales.

“Decía que para hacer una escultura debía estar en silencio, trabajaba siempre en silencio”, comentaba ‘Paulita’.

Su compañera además narraba que Henri “a la hora de comer, antes de sentarse en la mesa, ponía un disco de música clásica y comíamos en silencio. No era un silencio obligatorio, pero sin charlas banales. Decía que era imposible escuchar música y hablar”.

Soledad (1959)
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