Irurre y Henri
Una motocicleta estropeada. Por ese fortuito motivo y por la necesidad de buscar ayuda para reparar su vehículo, Henri Lenaerts detuvo en Navarra su ruta por carretera. Comenzaba la década de los 70 y el artista belga recorría Europa a bordo de su moto, buscando la tranquilidad y el sosiego que en las grandes ciudades le eran esquivos. Finalmente, la casualidad lo llevó a encontrar el hogar ideal.
En la década anterior, Henri estuvo una temporada en la India, en donde se sumergió en el pensamiento védico y la investigación de la cultura india. Estos intereses influyeron en el desarrollo de su tesis doctoral, así como en sus posteriores creaciones artísticas, en las que se propuso reflejar de manera más acentuada la unión de la forma y el espíritu. También, su experiencia india le llevó a cuestionarse sobre los excesos de la tecnología en los modos de vida del mundo occidental.
“Henri viajaba en moto por Europa y buscaba un lugar tranquilo para trabajar, porque Bruselas ya era una ciudad grande. En su viaje pasaba por Navarra y se le estropeó la moto en Mañeru, un pueblo navarro. Allí le atendieron muy bien unos vecinos y, además, le dijeron que habían muchas casas libres en la zona para comprar”, recuerda Ana Aliende, tesorera del Centro Henri Lenaerts.
Las viviendas en la zona, según explica Ana, estaban quedando vacías, debido a que justo en esa época los habitantes de las pequeñas localidades comenzaron a migrar hacia las ciudades en busca de empleos o mejores oportunidades.
Recorriendo la zona con la guía de los vecinos, Henri visitó en Irurre –a 12 kilómetros de Mañeru– un acogedor caserón de estilo barroco, con un entorno mucho más cautivador. “El lugar es lo que le gustó, un espacio abierto con posibilidad de estar aislado y tranquilo”, agrega Ana, sobre la propiedad que el artista terminó comprando.
Henri viajaba en moto por Europa y buscaba un lugar tranquilo para trabajar, porque Bruselas ya era una ciudad grande”.
Espacio de convergencia cultural y espiritual
Aunque Henri llegó solo a Irurre, adquirió la casa junto a su mujer, Marie-Josée Van Broeck, y a Paulette Garin, que era una amiga de infancia y secretaria suya desde hace muchos años. Y aunque la casa era de los tres, en los primeros años en Irurre, la estancia de Henri y Marie-Josée fue por temporadas. Paulette –a quien por cariño llamaban ‘Paulita’– fue quien permaneció más tiempo en la vivienda, que está en el número 7 de la calle Asunción.
“Al comprar la casa, Marie-Josée estuvo cuatro meses en Irurre y luego se regresó a trabajar en Bruselas, porque era pintora y profesora de Bellas Artes. Venía solo en verano, cuando no trabajaba. Y Henri, primero estuvo entre Italia, donde fundía sus esculturas, y Bélgica, en donde tenía su casa en Bruselas. Cuando Marie-Josée falleció, Henri vendió la casa de Bruselas y se fue a Irurre. Paulita fue quien estuvo más tiempo en la casa de Irurre porque tenía dificultades respiratorias y necesitaba un sitio como ese para vivir. Incluso, durante un tiempo su madre también vivió en esa casa”, cuenta Ana.
Luego que Henri se asentó por completo en el pueblo navarro, su casa se convirtió en un espacio de convergencia cultural y espiritual para personas provenientes de distintos lugares de Europa. Estas personas llegaban a Irurre solo por los cursos de yoga que Henri organizó allí durante cinco años, en colaboración con el profesor de Claude Maréchal. En estos cursos, Henri enseñó el pensamiento hindú.
Aunque los habitantes de Irurre no acudían a los cursos, permitieron en sus viviendas el alojamiento de varios de los asistentes a los cursos que llegaban al pueblo.
Henri, primero estuvo entre Italia y Bélgica. Cuando Marie-Josée falleció, Henri vendió la casa de Bruselas y se fue a Irurre”.
Henri, vecino del pueblo
Henri hablaba francés, inglés y sánscrito, pero su dominio del castellano era regular. Es por eso que la relación con Irurre y los demás vecinos se afianzó principalmente a través de Paulette, quien sí sabía hablar español.
“El vínculo de comunicación con el pueblo siempre fue ‘Paulita’. Por ejemplo, el primer coche que llegó al pueblo fue el de ‘Paulita’ y con ese coche llevaban a las mujeres del pueblo al mercado de los jueves de Estella. Paulita hablaba perfectamente español, por eso hay mucha gente de los pueblos pequeños del Valle de Guesálaz y del Valle de Yerri con los que Henri y Paulita tenían relación, como europeos o gente que venía y tenía casa de vacaciones. Ellos tenían una agenda de relaciones muy extensa en ese sentido, pero gran parte era con gente muy mayor que ya ha muerto. Incluso había muchos de ellos que ni sabían que Henri era artista, porque la relación que tenían era de vecinos”, agrega Ana.
El legado de Henri en Irurre y los alrededores no solo quedó reflejado en la que hoy es una casa museo que difunde su vida, pensamiento y obra. Ícaro, El placer de vivir y El campesino, son esculturas de su autoría que están en sitios de Irurre y Estella preservando la memoria del artista.
De interés
Una oportunidad para conocer Irurre y ser testigo del legado artístico e intelectual que Henri dejó allí, es acudir a uno de nuestros seminarios de yoga, meditación y relajación, que se realizan en la casa museo, o recibir una visita guiada en este acogedor lugar.